sábado, 24 de diciembre de 2016

Ella huele a Mercurio

Veo la serpiente arrastrándose por tu médula,
mis paradigmas, analogías medievales;
puteríos de huesos y sangre,
escúpele a los dragones de mis siete mentes,
mis dientes pellizcando tus neuronas,
puedo saborear tu locura más espesa
puedo comerme tu cabeza y tus religiones inconsecuentes,

Me tienes aquí adorando tu sarcasmo;
las calaveras de tu cuello,
Shiva-Plutón-Hades,
Escorpio y abejas sumerias;
eres la destrucción de mis sentidos

Estas mentiras excitantes que brotan
de los fluidos erógenos,
contigo saboreo los pecados árabes
en esta alineación trimurti.

Su sabor es como el fuego,
ella huele a vergüenza,
las matemáticas del mal
en una proporción etérea
a raíz del caos

Ella no tienes letras,
ella se expande y es absoluta en la decadencia,
ella mastica las hojas de la biblia,
ella me cuenta cosas morbosas,
con ella saboreo a Dios masturbándose,
con ella saboreo el suelo,
con ella conozco mi nombre

Con ella el amor es imperfecto,
los órganos incompletos,
tú eres mi astrología arcana,
mi ocultismo astral,
mi secreto druida,

Tú haces disfuncional todas mis directrices lógicas,
tú haces que el universo tenga oxígeno,
tú me refriegas en un infierno ambulante
tu desincronizas todas mis frecuencias motoras

Adéntrame desde el útero hasta otras vidas,
voy a envenenarme con todos tus universos dentro;
tenemos lunas que conocer
y lenguas que ahogar,
clítoris que humedecer,
maldiciones que vivir,
ella huele a fuego, a Mercurio,
a cianuro, a partículas iniciales,
ella tiene infiernos entre las costillas,
y contigo me voy a quemar
hasta que el polvo de tu cuerpo y el mío
se conviertan en nada. 

Sebastián Oyanedel Davison - Diciembre 2016