Este el fin de los lagartos,
el novilunio sin lenguaje,
las lenguas sin sabia,
los aquelarres en sepia
Los acuarios de la muerte,
Aquí sobre las malezas ancianas
Que el sudor desfragmentado
Entre tanta rabia,
Me remueve la carne que debajo de las uñas,
Tengo la sangre no coagulada,
Aquí no vengas a morir sin antes besarte la espalda
Y mis dos lenguas lamer la serpiente albina
Con la sonrisa oscura
Y tus brazos de luna….
Guio tus polillas a mi llama,
A mi círculo druida;
Mi boca pirómana,
Mi enjambre masoquista ;
Donde los campos ya no tienen arquitectura
Ni líneas alejandrinas,
En este espiral de veneno;
Mi odio ahora es amor para tu cordura,
Donde mis muertos vienen a morir más.
Tú eres el gallo de madrugada,
Y yo tengo el fuego en la garganta,
Tu música me marea,
Tu sol es húmedo,
Mi cerebro desfigurado,
Y mis dos mil universos aplastados
Con la tierra de tus pies.
Ahora yo; con mi voz umbilical
Te desenhebro las glándulas,
mis árboles son ahora,
ciudades para tu muerte inicial.
Sebastián Oyanedel Davison - Enero 2017
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