Y arrodillado ante ti,
Te beso la sangre de tus pies,
En medio de un bosque de
soberbia
Y la cascada de dientes muertos
Que bañaron nuestros hombros
mordidos
Tengo unas ganas profundas
De apretarte la espina dorsal
Y beberte los ojos
Aunque no encuentre tu alma en el
cuerpo,
La sensación de extrañar es la
misma
Estírame tu mano, déjame besarle
desde abajo,
Soy sólo un miligramo de droga
para tu soledad,
Abrázame en la cuna de tu
crueldad,
En la más narcisa de las
sumisiones,
Caminamos hacía el lago;
Dónde los esqueletos de los
cisnes nos miran
Mientras nos besamos,
Y mientras nadan en el vino,
Yo chupo los dedos de tus manos;
Así como chupas el olor de las
hojas secas
que guardas en tu diario
Ella era como un fantasma del
medioevo,
Con el libido materializado en
los labios,
Su sonrisa era simétricamente
perfecta,
De esas que muerden los huesos
Y te quiero abrazar, tan
profundamente
Hasta rezarle a tus latidos
Ella, reina inquisidora de
castillos mediterráneos,
Voy a ser su amante de atardecer,
En un Septiembre impuro, de
lluvia grisácea.
Tus ojos de licor madera;
Como un felino egipcio
endemoniado
A la orilla de la playa;
Nos rasguñamos los recuerdos,
Apretándonos, como los cangrejos
Que llueven desde la luna
Me llevarás a la sombra de aquel
árbol
En medio del mar,
Acariciando mi garganta,
Pellizcando mi carne
Eres la más sabrosa de las
pesadillas;
De mis traumas infantiles,
Cuando los niños añoran un
pecado angelical
Tu lengua tiene el color de un
infierno morboso y subliminal,
Me incita a arrastrarme; hasta
la víspera de esta memoria vúlvica
Tu juego de dientes y sabores
De recuerdos vacíos, sin
imágenes.
Eres mi recuerdo de calor,
Aquel calor oscuro
De angustia y generosidad,
De perversiones, caricias infamas
He nacido enamorado de tu alma
Y enamorado de tus palabras,
Tu palabra más bella es: “Adiós”
Y espero volverte a encontrar,
para volver a escucharla,
Y de nuevo sentir;
Unas ganas profundas de
abrazarte.
Sebastián Oyanedel Davison - Septiembre 2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario