Te Lamería hasta las Palabras
Es tal el ardor de esta incongruencia cósmica
en la eventual paradoja superficial
de tal condolencia inverosímil, catatónica,
que produce aquella reacción arbitraria y omnipresente
en una serie de eventos químicos
dentro de la carne y los fluidos,
asimismo en la humedad de mi áspera boca;
entremedio de tanta nicotina inversa
y líbidamente ninfómana
que se me secaron hasta las mentiras,
entre tantos labios narcisos,
me disocio para palpar aquella materia invisible
que expele el crúor de tu aliento
enviciado a tus dientes:
altaneros, indeseablemente adictivos
como en un cementerio de pestañas
entre tántricos extremos
con cada rasguño líquido
que desprende tu egolatría
de carne subversiva
como diabólicamente besándote la mente,
cada espacio insano,
impuro y masoquista
y si fuese por tal efecto
de lo escudriñable y atemporal;
de dicho estado anémico
en el que nos predisponemos
a exponer nuestra ansia,
[¿o solo la mía?]
y es tal la sensación caótica
que provocas en mí,
que esta dicotomía medieval
de un silencio clitoriano,
me desmenuza y desmiembra
cada cimiento boreal
¿Será acaso, entonces,
que te deseo con todas las venas de mi cuerpo?
con toda mi soledad
y todo mi miedo,
sin conjugar apenas todos mis nervios
en aquella sincronía andrógina
de este desbalance ambivalente.
Tanto cigarro rancio
y café de madrugada,
olor a alcohol en los vasos;
piel apretada
y ventanas manchadas.
Podría hasta lamerte las palabras,
aunque tragara vidrio (?)
junto a ese diablo sonrojado y sodomizado
en un aperitivo de mi carne mojada
para tu vendimia de sangre.
Mastícame las uñas
y evidencia lo ignorante que soy;
hazme sentir vergüenza
¿sabría acaso reconocer,
el whisky que hay en tu boca?
Escrito por Sebastián Oyanedel Davison
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