El Dios de
nuestras palabras está muerto,
Tu mundo y
el mío
No eran tan
distintos después de todo,
Y me pesan
los gestos,
Me pesa la
sangre,
Me pesan los
pensamientos;
Esos que
están llenos de ti
Aún hay
música tuya
Alimentándose
de mi carne,
Perdona si
no pude ver
Tus pestañas
mojadas;
No estaba
ahí para acariciarlas
El veneno es
de color labial;
Con sabor a
música,
Tus labios
tienen sabor a música
Y quiero
morir escuchándote
Deja que mis
sueños se terminen
Donde
comienzan los tuyos,
Nuestros
mundos no eran tan distintos
Después de
todo,
Déjame
dormir esta noche,
Sólo esta
noche,
No quiero
probar el aire que tienen tus labios en mis sueños,
Ya no
quiero,
Y es que,
Parece un veneno directo al cerebro
Y si ¿Me
regalas un poco de tu vida?
Algo de tus
recuerdos,
Un poco de
tu presente,
Aliviaría en
parte
La sensación
de tener los huesos estrujados,
Me pesa la
sangre,
Esa que no
para de fluir,
¿Cómo supero
esta desgracia?
Esa que
refriega la garganta,
¿Cuándo se
cansan los ojos?,
Esta noche
quiero dormir
El Dios de
estas palabras ha muerto,
En una
sobredosis de veneno labial,
Está atragantado
de tanto deseo,
De tanto
miedo,
No sería
malo probar un poco de él,
Tus labios
tienen sabor a música,
Y quiero
morir escuchándote,
No éramos
tan distintos
Después de
todo.
Sebastián Oyanedel Davison - Diciembre 2014
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